.:: Crónica 5. Patrick en Chile con carne ::.

5 de abril 2003, Puerto Montt, Chile

Estoy de nuevo a solas conmigo mismo. Después de haber viajado 2 semanas con Thierry, el suizo amigo del novio de Bénédicte, crucé solo la cordillera en bus hasta el Chile. Quería cruzarla a caballo pero no encontré otra persona que quisiera hacerlo conmigo y me salía demasiado caro para hacerlo solo. Bénédicte es la chica que debía encontrar en Santiago al principio de mi viaje para cumplir el proyecto completamente insensato de ir juntos en bici hasta Ushuaia. Al fin, la encontré en El Calafate, acompañada de dos suizos. Después de una “fondue suiza” para curarlos de la nostalgia del país, pude ver a Béné una hora “top crono”, antes de que ella y su novio desaparezcan sin dejar un solo rastro... Espero que no se agarrotaran bajo un glaciar. Ya que no entendí bien donde se agarrotó su relación pero parece que olvidaron que somos seres libres, mas cuando estamos viajando.

Así que Thierry y yo hemos aprovechado para disfrutar de la vida y realizar algunas actividades vivificantes: después del trekking en el parque nacional de los glaciares (El Chaltén), empezamos por un día de rafting antes de tomar 3 días de clases de kayak de río cerca de Bariloche. ¡Muy chistoso el rafting! Las que no se rieron fueron mis botas de trekking cuando las use como unas zapatillas de buceo, pero vale la pena estar bloqueado en una ola retorcida en el medio de la corriente. Todo el mundo debe ponerse de un lado del rafting para que no se dé la vuelta... Y no se dio... ¡Qué lástima!

Pero el kayak de río no es tan fácil como el rafting. Antes todo, hay que familiarizarse con la técnica del “troling” que te permite dar la vuelta al kayak cuando estas cabeza abajo en el agua y, entonces, no ahogarte, lo que es bastante práctico si no quieres morir. Lo que importa es no asustarse... Estás completamente bloqueado en tu kayak, pata arriba, perdido, contemplando al fondo del río, con agua helada que te entra en la nariz y te comprime el cráneo y tienes que hacer exactamente lo contrario de lo que tu instinto te grita, tienes que sacar la cabeza por último. Al fin, esta técnica no es tan compleja en agua calma, por lo menos si no te asustas. Pero nada que ver cuando tu kayak se da la vuelta en el medio de los rápidos, donde se encuentran unos peñascos que al parecer eligieron empotrarse en tu frente... ¡Dale para sacar la cabeza por último!

Una vez que conocimos suficientemente bien la técnica del troling (en aguas calmas), nos entrenamos el segundo día a entrar y a salir de la corriente. El tercer día, recompensa última, recorrimos el mismo trayecto que ya habíamos hecho en rafting. Nos cebamos tres horas en ese canalete que no había hecho nada, y terminamos sudando, los hombros hechos mierda, con mucho alivio de no haber dado vuelta el kayak.

Después de este episodio “El río de la vida”, caminé tres días en la montaña en compañía de mis piernas y de mi mente para meditar a lo largo de los 70 Km. que mis pies vieron desfilar. ¡Soledad asegurada! El segundo día, por ejemplo, cruce solamente una persona, exactamente al momento donde iba a aliviarme, Por supuesto... ¡Un gran momento de soledad! Por suerte, no era un cazador. Otra lección de humildad, el primer día, después de cuatro horas de ascensión sin discontinuar y más de 1000 metros de desnivelación, estoy a punto de llegar ahogado, orgulloso y solo al refugio de alta montaña cuando cruzo tres hombres, pelos blancos, sesenta años o más, uno de ellos con una bicicleta de montaña sobre el hombro. Creo acordarme que estaban silbando. Como los 7 enanos salvo que eran 3. Todavía no sé si no fui víctima de una alucinación... Hay que cuidarse con la altura por acá.


Y ahora estoy en la décima región de Chile, en el sur de este país largísimo. Más al sur, el Chile continua durantes miles de kilómetros hasta la tierra del fuego. Pero en esa parte casi no hay habitantes hasta Puerto Natales, al sur del parque nacional Torres del Paine. Para llegar ahí, hay que tomar un barco o ir por Argentina, ya que no hay casi ninguna ruta en ese país fracasado por el mar. Se encuentra solo la mítica carretera austral, ruta de tierra construida bajo el mando de Pinochet y que constituye una parte de la panamericana que cruce todo el continente. Encontré por otra parte una simpática pareja suiza que la recorrió en bicicleta... ¡Viste que se puede! Hasta ahora, solo fui a visitar la Isla Grande de Chiloe y el entorno del volcán Osorno en una excursión minibús especial turistas-clic-clac-foto... Así que no saqué muchas fotos.


11 de abril, Pichilemu, Chile


Son las 10:45 de la mañana. Después de un viaje de noche entrecortado por unos gritos de bebés, llegué al terminal de bus polvoroso y desertado de Pichilemu, ciudad balnearia ubicada a unos 300 Km. al sur de Santiago de Chile.

Tengo una cita con una pareja amiga mía que conocí durante la excursión sobre la Isla Grande de Chiloe. Me han dicho que se puede hacer surf y windsurf por acá. Mientras tanto, no me atrevo imaginar esa ciudad con viento fuerte, ya que el aire es saturado por el polvo rojo y pegante formado por el sólo movimiento de algunos buses en busca de un hipotético pasajero. Voy a quedarme unos días por aquí, esperando que se leve el viento, antes de marcharme de nuevo hacia Argentina.



6 de mayo, Buenos Aires, Argentina

Después de casi un mes de abstinencia, tengo de nuevo ganas de escribir.

Para empezar, la experiencia Pichilemu fue un verdadero desastre, ya que la pareja se separo justo antes de llegar en Pichilemu. Desde entonces, Julio festejó el evento tomando litros de alcohol, cayéndose sin parar, coleccionando los moretones y produciendo una cantidad impresionante de vomito. Camila, por su parte, se consoló como podía, seduciendo todo lo que se movía, incluso a mi.

En las reminiscencias brumosas de una mañana dolorosa y triste, rehusé sus invitaciones respectivas a ir a visitarlos en Santiago y regresé a Puerto Montt, en esa región de los lagos donde me esperaban todavía algunos tesoros de belleza, como los volcanes Osorno y Villarrica, el parque nacional “Alerce Andino” (los alerces son unos árboles milenarios gigantes parecidos a los sequóias de California), las termas de Puyehue y de Palguin, o todavía una tal Alejandra.

Al fin, el único tesoro que encontré fue una amigdalitis purulenta (angina blanca) particularmente virulenta que me clavó en la cama durante 3 días con 39° de fiebre sin poder tragar nada, ni mi propia saliva, so pena de dolores innombrables. Después de 8 días de tratamiento, todavía no completamente curado a pesar de los antibióticos y una Alejandra muy cuidadosa, elegí marcharme hasta Mendoza para cambiarme de la televisión y del tiempo caprichoso de la décima región.

Ubicado ya del otro lado de la cordillera, frente a Santiago de Chile, Mendoza se proclama orgullosamente la capital Argentina del vino, a pesar de que la producción no se limite a esa única provincia. Se puede tomar unos vinos buenísimos aunque baratísimos. Por la misma calidad, te sale acá el mismo precio para una damajuana (botella de 4,75 litros, nada que ver con la marijuana) que para una botella de 75 centilitros en Bélgica... ¡Relación: 1/6 del precio, el paraíso de los borrachines!

Sin embargo, no me limité en terminar mi convalecencia con litros de tinto, ya que se encuentran paisajes mágicos en esa región. Aquí se ubica el cerro más alto de esa interminable cadena de montañas, el legendario Aconcagua, que culmina a unos 6957 metros de Altura. Impresionante. Regresando lentamente del país de los muertos, empecé a hacer algunas actividades tranquilas: un poco de escalada y de rappel, un vuelito en parapente, un recorridito en bicicleta de montaña y mucho tiempo libre al lado de la piscina de mi hospedaje de luxe. Conocí ahí una pandilla heteróclita de almas felices de todas partes del mundo que comparten el gusto del vino y de la fiesta. Después de una semana de este régimen, inflado a full como una damajuana, me fui hasta Buenos Aires con la idea de quedarme ahí un día o dos antes de continuar mi viaje hacia el norte. Eso era hace 2 semanas...

Entonces, estoy de nuevo en mi capital sudamericana preferida – la única que conozco – compartiendo la vida trepidante de los porteños. Con toda la gente que tuve la suerte de conocer durante mi viaje, tengo una vida social muy llena. Estoy viviendo en lo de Lucio, un amigo que conocí en Mendoza y que me dio las llaves de su departamento y se fue a vivir con Su novia Marina. ¡Son “re copados” por acá! Después de dos semanas de actividades culturo-lúdicas, me estoy preparando a ir al norte del país antes de continuar a Bolivia, Perú, pues Brasil. Pero tengo una buena razón de hacer de nuevo escala por aquí... ¡De un día para otro, conseguiré en irme del país!

¡Hasta la Próxima!

Patrick


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