.:: Crónica
1. Patrick de paseo ::.
28 de enero 2003 – Buenos Aires, Argentina
Ayer, el lunes 27 de enero 2003 a las
7:10 de la mañana, el vuelo Iberia RG8923 conectando
Buenos Aires y Santiago de Chile se fue con por lo menos
un asiento vacío, un lugar vacante que materializa
el principio de los imprevistos de mi viaje. 
Bueno, no es totalmente exacto ya que,
hace una semana, el 20 de enero al aeropuerto de Bruselas,
la azafata del stand Iberia – tan latina como una
atleta de Alemania oriental - me había asegurado
que no podría entrar a Argentina con un billete ida
sin vuelta si no tenía un visado de un año...
Lo que no tenía, por supuesto. Al punto de anular
todo, compre al último momento otro billete Buenos
Aires – Santiago para hacer constar que iba a salir
de Argentina dentro de los tres meses acordados por el visado
turístico que recibimos en inmigración...
Espero que me sigan.
Después de una despedida ahogada,
conseguí no perder mi avión, apenas 30 segundos
antes de que cierren las puertas, según dijo el auxiliar
de vuelo bastante enojado, casi tanto como yo. Ironía
del destino, nunca ningún aduanero comprobó
mi billete. Nunca más confiaré en las atletas
alemanas...
Así
que no tome mi vuelo hacia Santiago de Chile: Bénédicte,
que está visitando la isla de Pascua, no va a poder
llegar a Santiago antes del 15 de febrero. Entonces, en
lugar de bajar en bicicleta hasta Ushuaia tal como previsto,
vamos a hacer lo contrario, vamos a ir desde Ushuaia hacia
el norte a través de la Patagonia : Puerto Natales,
el parque Torres del Paine, El Calafate, El glaciar Perito
Moreno, el cerro Fitz Roy, la carretera Austral, la isla
grande de Chiloe y desde entonces, quedan solo 1000 kilometritos
hasta Santiago! ¡Además, con ese itinerario,
podemos aprovechar los vientos del sur que más te
vale tener por atrás que en tu cara!
Desde entonces, adiós Buenos
Aires, capital mundial del Tango, hola Bariloche, capital
Argentina del esquí, después de un pequeño
rodeo por la península Valdez donde voy a saludar
los miles de elefantes marinos y de pingüinos que se
reanudan ahí para charlar un rato. Al programa: trekking,
rafting, cañoning, buceo, mountainbike y andinismo.
¡Imposible hacer alpinismo por aquí, va a entender
porque!
Al
respecto de Buenos Aires, esa ciudad me cayó muy
agradable: la gente es amable, los taxis numerosos y las
chicas lindas. Me siento bien y nada desorientado, debe
ser a causa de la influencia Europea omnipresente. Me hace
pensar a esa publicidad en el subte que encontré
muy chistosa, era para el canal francés internacional
TV5 y decía: “El festival de Cannes no es una
exposición de perros”... ¿¡En
serio òÓ !?
Con la crisis, Buenos Aires se puso
muy barato ya que todos los precios fueron divididos por
tres. Después de la devaluación del peso Argentino,
los porteños, en lugar de estúpidamente golpearse
la cabeza contra las barricadas de los bancos, eligieron
sustentarse exclusivamente de actividades culturales, que
están muy baratas y entonces accesibles a todos.
Un ejemplo: varios días cada mes, te sale el exorbitante
precio de 3 pesos (1 euro) para ir a ver una obra en el
teatro Colón, una de las Opera más grande
del mundo: 3500 asientos, 1200 empleados, acústica
ejemplar, tremendo.
En Buenos Aires, no se puede disociar
la cultura del tango, ya que el tango forma parte de la
vida de los ciudadanos, de su identidad cultural. Esta danza
emana tanta fuerza, tanta sensualidad y tanta pasión
que me enrojece de vergüenza al pensamiento que mi
concepto de la danza consista en menearme frenéticamente
solo como un chiflado esperando llamar la atención
de las damas...
Pero el tango se merece, ni se puede
pensar en aprender en tres días, hay que contar de
3 a 6 meses, a razón de una vez por semana, antes
de poder sacar su primera compañera a bailar en una
milonga. Paradójicamente, voy a tener que esperar
volver a Bélgica antes de poder probar la magia de
esta danza...
¡Hasta la próxima!
Patrick |